La salud mental de niños, adolescentes y jóvenes es un problema creciente de salud pública en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre el 10% y el 20% de los jóvenes viven con trastornos mentales y de conducta.
Con el objetivo de brindar herramientas a padres, madres y cuidadores de niños y niñas para fortalecer el cuidado de la salud mental a través de la crianza amorosa, el Ministerio de Salud y Protección Social realizó el encuentro Crianza amorosa dirigido a padres, madres, cuidadores de menores, funcionarios del Ministerio, referentes de salud mental de las Secretarías Departamentales y Municipalesl.
El evento contó con la participación de Felipe Agudelo Hernández, médico psiquiatra, especialista en psiquiatría de niños, niñas y adolescentes; Andrea Rico Velasco, magíster en neuropsicología clínica, especialista en evaluación y diagnóstico neuropsicológico clínico; y Sofía Molina, asesora en crianza, diplomada en neuropsicología infantil y certificada en disciplina positiva para familias.
Contexto y cifras
La salud mental de los niños, adolescentes y jóvenes es un problema creciente de salud pública en todo el mundo. Según la Organización Mundia de la Salud OMS (2015), entre el 10% y el 20% de los jóvenes viven con trastornos mentales y de conducta; y el 50% de todas las personas que desarrollan trastornos mentales tienen sus primeros síntomas a la edad de 14 años y el 75% han tenido sus primeros síntomas a los 20 años.
Cuando estos primeros síntomas a no reciben se afecta el desarrollo del niño/adolescente, sus logros educativos y el potencial para vivir vidas plenas, productivas y saludables.
En este contexto, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) afirma que, en general, los jóvenes comparten algunas enfermedades y lesiones comunes. Las lesiones en las carreteras, las autolesiones y suicidios, la anemia por deficiencia de hierro y los trastornos depresivos son cargas altamente clasificadas en la mayoría de las regiones. La depresión es la enfermedad que más contribuye a la carga mundial de morbilidad entre los jóvenes de 15 a 19 años, y el suicidio es una de las tres causas principales de mortalidad entre las personas de 15 a 35 años.
En Colombia, la última Encuesta Nacional de Salud Mental (ENSM), realizada en 2015, menciona que sólo el 31% de los escolares y el 13,4% de los adolescentes cumplen con las recomendaciones de actividad física. Además, el 69,9% de niños y el 76,6% de adolescentes, tienen tiempo excesivo frente las pantallas; tiempo que aumentó en el marco de la pandemia. Para el 2015 en Colombia, sólo el 18,9% de los hombres y el 9,2% de las mujeres dedicaban tiempo libre a actividades culturales y deportivas.
Espacios para el juego
Por medio del juego se da un mejor desarrollo de las primeras etapas de la vida, en especial a nivel neurológico, lo cual impacta en la regulación de las emociones, la capacidad de mostrar empatía y de entablar relaciones emocionales sanas, síntomas adaptativos en enfermedades crónicas, y la salud mental durante toda la vida.
El juego activo es aquella actividad que implica diversión, creación, movilidad y relacionamiento positivo; cuando es escaso se correlaciona con tasas crecientes de problemas de salud mental en los niños, por lo que en los últimos años se han llevado a cabo investigaciones que soportan que entre más tiempo pasen los niños al aire libre jugando, hay una reducción de problemas mentales a futuro.
El juego activo, especialmente en espacios abiertos, tiene potencial para reforzar la resiliencia de los adolescentes a los factores estresantes ambientales, además de otros beneficios en su salud integral. Aquello que en la niñez se considera juego, trasciende mediante la zona de transición, a ser tensión creadora concretada en creación. En otras palabras, la poesía, la pintura, el humor, la resolución de conflictos, etc., provienen de aquellos espacios de juego.
En Colombia, la legislación vigente sobre salud mental cuenta con las Resoluciones 4886 (Política Nacional de Salud Mental) y 089 (Política Integral para la Prevención y Atención del Consumo de Sustancias Psicoactivas); ambas orientan estrategias sectoriales, intersectoriales, sociales y comunitarias; con principios y enfoques compartidos.
Una buena experiencia de crianza, que haga un balance entre el control, el monitoreo y el afecto, resulta clave para la promoción de la salud mental y de la convivencia ciudadana. En este sentido, la crianza amorosa es fundamental para construir la paz en los territorios